Solo palabras de provocación se escuchan desde los ministerios santacruceños. Las puertas de Casa de Gobierno continúan custodiadas por gendarmes y sus alrededores siguen cubiertos por vallas metálica de más de dos metros.
Esa es la respuesta de un Estado que no se cansa de repartir las ganancias entre los cortesanos fieles a los lineamientos K, pero totalmente infieles con sus bases, con aquellos que durante años sostuvieron la mecánica perversa de otorgar favores a militantes y amigos del poder.
¡Se acabó la timba muchachos! Ahora a repartir.
Se sabe que el Gabinete busca lugares ocultos para reunirse y elucubrar medidas que seguramente el Gran Jefe dejará sin efecto porque los hilos los sigue manejando él, aún así la gente, la que está en la calle día y noche, se entera y los escracha, ya no pueden salir a la calle. La mejor condena es la social.
El frío sigue apretando en la capital santacruceña pero no es sufiente para declinar una resolución bien plantada como la que mantienen los docentes en estos días. El autismo gubernamental queda al descubierto cuando se repiten a sí mismos el deseo de llegar a octubre, como si las elecciones pudieran desarrollarse en un clima hostil y los salvara de tener que tomar determinaciones.
Indudablemente no están a la altura de las circunstancias y un pueblo maduro, que se cansó de tanto refriegue, está saliendo a las calles. Es cierto, hay de todo: radicales resentidos, personeros que quedaron fuera de la repartija, ex-funcionarios, espías, todo viene bien para autoconvocarse. Pero de ninguna manera la gente es tonta, ni tampoco se la puede confundir con la masa que el justicialismo está acostumbrado a arrear en tiempos de campaña electoral.
Justamente, el pueblo está integrado por el disenso y eso hace que la manifestación sea genuina. Todos unidos por un solo fin: LA DIGNIDAD.
Nunca la historia de Santa Cruz desnudó tanta impunidad ni tampoco la ciudadanía mostró tanto denuedo, más bien es una población tranquila difícil de movilizar por cuestiones políticas .... todo tiene un límite.
Mientras desde el Gabinete nacional, conducido por Aníbal Fernández, disparan bombas en dirección a la tierra natal del Presidente y en contra de su pueblo, los pingüinos de turno deliberan y se descabezan para ver cómo mantienen el puestito sin interesarles buscar una solución a las demandas.
Ya no se trata de dibujar los recibos de sueldo, ni de otorgar premios como los que daba Kirchner cuando era gobernador, se trata de arreglar lo que desarreglaron durante más de una década en la que los obreros se transformaron en esclavos y meros sostenes de un sistema que se está cayendo a pedazos.
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