Cuando el oficialismo pierde, dejan solo al candidato para enfretar a los medios y redundan en acusaciones de fraude. Exactamente al revés sucede cuando el resultado es adverso a la oposicion, con el aliciente de que el aparato siempre lo tiene el oficialismo.
El caso de la provincia de Chubut presentó un escenario diferente, puesto que ambos candidatos de extracción justicialista que acarrearon con la mayoría de los votos eran oficialistas. El del PJ disidente era el pollo del actual gobernador Mario Das Neves y el contrincante hijo dilecto de la dirigencia K.
El electorado, ante esa afronta, tenía como opción al candidato radical que se alzó con casi el 12 por ciento de los votos. Una muy buena elección para haber peleado contra dos semejantes aparatos electoralistas.
Lo llamativo es la cantidad de votos en blanco e impugnados, que en la puja por dirimirse la gobernación, sirvieron para que el oficialismo nacional acusase al provincial de guardarse votos. Artimaña ya conocida y poco respetada por el electorado.
La verdadera lectura debiera ser un mea culpa de los que se dedican a la política, porque con un margen tan ajustado en una elección tan importante no debieran existir sospechas de ninguna índole, como así tambien saber leer el rechazo que gran parte de la ciudadanía hace a una y otra opcion.
Ninguno de los candidatos favoritos en Chubut pudo alzarse con la gran mayoría de los votos. Ni el encantamiento de la viuda eterna, ni el aparato y despilfarro de Das Neves alcanzó para enamorar a la ciudadanía, esa que hace rato demuestra hartazgo ante semejantes mamarrachos embebidos de poder y lujuria presidencial.
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