martes, 18 de marzo de 2014

La Dekadencia como Fin de Ciclo

  Dicen que la decadencia es el principio de la ruina y a veces se vive toda una vida en ese estado sin que el "principio" pase a su siguiente fase.
  Un país en decadencia podría decirse que es el descuido de aquello por lo que otrora era orgullo: una Argentina potente, capaz de ejecutar y sostener proyectos como el de la enseñanza pública; Una sociedad móvil, integrada y democrática y una economía medianamente eficiente, capaz de dar empleo y razonables posibilidades de mejorar a casi todos. La desidia de estos días delata el abandono de las cuestiones sociales, minimizándolas a simples números dibujados por un gobierno soberbio, metido e irresponsable, que no atiende los temas coyunturales y no planifica políticas de Estado para encaminar a una Argentina que derrapa cada vez más.
   Sin caer en lugares comunes como la crítica por la crítica misma, la pobreza, la inseguridad y los reclamos salariales, es menester conocer los entretelones de una década a la que pretendieron llamar "ganada" y que día a día desnuda la hipocresía con la que estos años pintaron un relato mentiroso sustentado en medias verdades, con reminiscencias setentistas cargadas de resentimiento y revanchismo que solo sumergieron a la sociedad en un quiebre más que ideológico para así dominar el escenario de un elenco partido en dos que, quiera o no, se enfrenta por causas ajenas que no tienen otro sentido más que sustentar el macabro juego de poder de una Presidente que nada puede e inventa fantasmas a cada paso para desvincularse por completo de sus propios errores, arrastrando a toda una generación al olvido, a la exclusión, a la desinformación y al destierro del mundo intelectual. 
   La Argentina se ha bajado del mundo sin tecnología, sin prestigio económico, jugando a la dictadura democratizada, peleando contra sí misma, derrochando oportunidades y comiéndose a sus hijos. Ya lo vivimos, ya nos pasó y prometimos ¡Nunca Más! ¿Qué estamos haciendo?
   Ningún argentino quiere un estallido a lo Venezuela pero debemos reconocer que siempre existieron otros poderes que pujan contra el Estado para someterlo y desangran a sus ciudadanos ¿Algún día consolidaremos esta democracia joven, boba, que nació con dolor y dejó que las heridas nunca cicatrizaran?
   Se ha dicho mucho, demasiado, los analistas de café abundan pero el director técnico que sacará campeón al país no aparece y, si apareciera, ¿Sabría el pueblo acompañar? 
   Estamos atentos, avivados, hemos visto mucho muy rápido, nos han ocultado cosas y, también, hemos mirado para otro lado numerosas veces. Los candidatos políticos no nacen de un repollo y las comodidades burguesas de la clase media son innegociables, la pobreza empuja y las soluciones de raíz nadie se atreve a implementar ¿Faltan huevos? o solo es un cliché para la tribuna?
   Ya no alcanza con aquello de la recomposición colectiva ni con las promesas de un país mejor. Hoy las necesidades son urgentes y los políticos están muy lejos de perfilar para cofundadores de La República. 
   Que el letargo de los que no quieren ver y la astucia de los ávidos de poder, no nos robe la esperanza de construir sobre aquello que debiera ser iniciado por algún estadista en serio que, sobre una piedra fundacional, inicie el camino de crecimiento que nos merecemos y que de paso a otro gobernante que con sabiduría siga el designio en beneficio del país dejando de lado la lealtad al partido para enriquecer a la Nación, respetando las individualidades, la propiedad privada, la libertad de expresión, las ideas y la elección de vida de cada ciudadano de solventarse sin que ello signifique empobrecerse por tener que tributar al Fisco. Solo con tener que explicar que en éste país se cobra impuesto a las ganancias a los asalariados, da vergüenza.
   Ver por cadena nacional reidores y aplaudidores con frondosas cuentas festejando cada insulto, cada agravio, cada mohín que desde el atril esputa quien debiera llevar tranquilidad a los argentinos, es símbolo de decadencia.
   Observar como a miles de estudiantes los compran con computadoras que debieran ser herramientas para su educación pero terminan llenas de juegos, películas y demás entretenimientos porque solo sirven para eso al no contar en su mayoría con el sustento tecnológico prometido en cada escuela. Total el maestro sigue comprando sus tizas para dar clases. Otro desbarajuste que denota decadencia.
   Hablar de narcotráfico teniendo como disparador en la opinión pública una novela en la que se cuenta parte de la vida de uno de los asesinos más temidos de Colombia, es poco más que una falta de respeto a los autodidactas, pero nombrar a un cura en el órgano que se ocupa de éstos temas como única solución al flagelo de las drogas y destinar tan solo la quinta parte de lo que se destina a “Futbol para Todos” a la lucha contra el narcotráfico, es una tomada de pelo a toda la ciudadanía, una verdadera decadencia en la forma de encarar temas serios en serio. 
   ¿Para qué hablar de la Economía? Si todos los días gente muy respetable y experta en la materia descarga sus conocimientos en columnas de opinión, en entrevistas televisivas y radiales. Pero desde la cúpula gubernamental tienen el ancho de espadas, el “poderoso chiquitín” que enamora con un discurso troskista a su mentora y nos embrolla cada vez más a los ciudadanos de a pie que no podemos proyectar nada mas allá de una semana: ni viajes, ni capacitación, ni negocios, ni simples cosas como pretender arriesgar un capital para salir de pobres, para sortear la mediocridad y al fin tener éxito en algo porque esa miel solo está reservada para los elegidos, los que acompañan “el proyecto” los que ríen y aplauden, los que defienden a capa y espada las próximas determinaciones que pesan sobre miles de argentinos aguantadores.
   Como bien dijo Luis Alberto Romero en su artículo para LA NACIÓN, hoy sabemos que ese estilo de decisiones era parte de un grosero proyecto de acumulación de recursos en manos del reducido grupo gobernante. Surgió una nueva "patria", la "kirchnerista", o quizá la "patria Santa Cruz", en la que se testeó el modelo, integrada apenas por dos personas y una docena de socios. En sus propios dichos, acumular dinero y acumular poder eran dos caras de lo mismo.
   Los grandes rasgos de la Argentina de la larga crisis confluyen en este modelo de gobierno. Un Estado desarticulado en su estructura legal e instrumental, que ha sido copado por un grupo político. Un uso de las herramientas del Estado para hacer negocios particulares, que unen el dolo con la destrucción sistemática de todo aquello alcanzado por su larga mano, como es el caso del transporte público. Un estilo de gobierno de base democrática, pero radicalmente antirrepublicano, cuyo horizonte es la dictadura personal. Finalmente, un mundo de la pobreza que ha recibido migajas del festín, y sobre el que se ha instalado un aparato político sólido e íntimo, que llega hasta sus últimos intersticios.
   El kirchnerismo expresa hoy la fase superior de la larga crisis argentina. Es tan duro y resistente como la crisis misma. No será fácil revertir todo esto, pero hay una posibilidad. La Argentina es manejada por un grupo poderoso y débil a la vez, pues su fuerza, ciertamente fundada en los votos, reside en el control férreo del poder político por una sola mano. Su primera línea de defensa es a la vez la última. Cambiar el rumbo de la larga crisis argentina es una tarea prolongada y compleja. 
   Si bien éste autor deja un cupo de esperanza, lo cierto es que de la decadencia no es fácil salir, se necesitarán seres probos con equipos de trabajo que sin perder la individualidad sean fieles a la República y construyan sobre bases solidas y den por terminada rencillas que hunden al país, tal como lo ha hecho Chile.
   Una vez más estaremos frente a una oportunidad histórica, la de demostrar que los argentinos poseen los anticuerpos necesarios para deshacerse en democracia de los gérmenes que pudren la sociedad, quizás este Fin de Ciclo sea el fin de la decadencia y un nuevo comienzo para la República.


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