¡Qué fácil es emitir opinión sobre aquellos temas de los que todos hablan pero que nadie se propone cambiar a conciencia!
¡Qué fácil es menospreciar al otro, subestimar, descalificar, agraviar y negar la realidad cuando se está sentado cómodamente en el poder!
Pero ¿Cómo se construye ese poder y con qué fin se utiliza? Si pudiéramos responder ese interrogante estaríamos dilucidando una de las intrigas mejor guardadas del matrimonio presidencial.
En Santa Cruz los Kirchner son dueños de absolutamente todo y cuando sobrevengan tiempos en los que formen parte de la historia y solo se los recuerde por aquellos aspectos que contribuyeron a hundir cada vez más a la Argentina en un camino sin retorno, ellos estarán bien instalados en algún sitio, digitando sus negocios y otorgando favores a sus feudatarios.
Hoy en tierras pingüinas hay tres clases de habitantes: los que se bajan los calzones e intercambian favores a cambio de un buen pasar; los que se autodenominan “leales” y solo se remiten a cumplir ordenes sin pedir nada a cambio y los ciudadanos honestos que tienen en claro los valores con los que se debería reconstruir la Argentina pero son raleados por aquellos que pretenden ser más papistas que el Papa y utilizan su corto linaje para caratular de “golpista” a todo aquel que disienta con las maniobras K.
Hace ya tiempo que los ciudadanos de la Capital Federal aprendieron a expresarse en las urnas, pero no alcanzó, como así tampoco alcanzó el Grito ahogado que desde ésta helada tierra feudal ofreció el pueblo santacruceño en el 2007, cuando le comunicó a todo un país lo que podría pasar si los Kirchner continuaban en el poder. Hoy los que protestan contra un sistema maquiavélico unos meses atrás votaron un proyecto de país ficticio, desoyendo la experiencia vivida por más de 15 años de todo un pueblo que por estar al sur del mapa es olvidado.
El terruño K está cada vez más dominado y oprimido, la necesidad de expresión ya ni siquiera es tal y los medios para comunicar lo que acontece son infrecuentes, la realidad solo transcurre sin mayores análisis, en tanto que los ciudadanos viven con naturalidad lo que hasta ayer los exaltaba porque simplemente “no queda otra”.
Al parecer ese es el modelo que nos tienen preparado los Kirchner y que si el pueblo argentino no sale de su letargo, de su egoísmo y de su hipocresía, continuará fabricando gobernantes autistas, soberbios y dictatoriales, porque ninguno de nosotros puede deshacerse de la responsabilidad de construir día a día un país mejor.
Lo que ocurre con el campo también sucedió en Santa Cruz, provincia que hoy cuenta con numerosas tranqueras cerradas por la falta de planificación y ayuda del Estado en materia agropecuaria. Hoy a nadie se le ocurre comprar un terrenito para sembrar o trabajar la tierra o construir ¿Para qué? Si el Gobierno inaugura todos los días listados clientelistas en donde se suma gente a la que le regalan casas y les otorgan favores sin el menor esfuerzo para conseguirlos.
¡Qué fácil es menospreciar al otro, subestimar, descalificar, agraviar y negar la realidad cuando se está sentado cómodamente en el poder!
Pero ¿Cómo se construye ese poder y con qué fin se utiliza? Si pudiéramos responder ese interrogante estaríamos dilucidando una de las intrigas mejor guardadas del matrimonio presidencial.
En Santa Cruz los Kirchner son dueños de absolutamente todo y cuando sobrevengan tiempos en los que formen parte de la historia y solo se los recuerde por aquellos aspectos que contribuyeron a hundir cada vez más a la Argentina en un camino sin retorno, ellos estarán bien instalados en algún sitio, digitando sus negocios y otorgando favores a sus feudatarios.
Hoy en tierras pingüinas hay tres clases de habitantes: los que se bajan los calzones e intercambian favores a cambio de un buen pasar; los que se autodenominan “leales” y solo se remiten a cumplir ordenes sin pedir nada a cambio y los ciudadanos honestos que tienen en claro los valores con los que se debería reconstruir la Argentina pero son raleados por aquellos que pretenden ser más papistas que el Papa y utilizan su corto linaje para caratular de “golpista” a todo aquel que disienta con las maniobras K.
Hace ya tiempo que los ciudadanos de la Capital Federal aprendieron a expresarse en las urnas, pero no alcanzó, como así tampoco alcanzó el Grito ahogado que desde ésta helada tierra feudal ofreció el pueblo santacruceño en el 2007, cuando le comunicó a todo un país lo que podría pasar si los Kirchner continuaban en el poder. Hoy los que protestan contra un sistema maquiavélico unos meses atrás votaron un proyecto de país ficticio, desoyendo la experiencia vivida por más de 15 años de todo un pueblo que por estar al sur del mapa es olvidado.
El terruño K está cada vez más dominado y oprimido, la necesidad de expresión ya ni siquiera es tal y los medios para comunicar lo que acontece son infrecuentes, la realidad solo transcurre sin mayores análisis, en tanto que los ciudadanos viven con naturalidad lo que hasta ayer los exaltaba porque simplemente “no queda otra”.
Al parecer ese es el modelo que nos tienen preparado los Kirchner y que si el pueblo argentino no sale de su letargo, de su egoísmo y de su hipocresía, continuará fabricando gobernantes autistas, soberbios y dictatoriales, porque ninguno de nosotros puede deshacerse de la responsabilidad de construir día a día un país mejor.
Lo que ocurre con el campo también sucedió en Santa Cruz, provincia que hoy cuenta con numerosas tranqueras cerradas por la falta de planificación y ayuda del Estado en materia agropecuaria. Hoy a nadie se le ocurre comprar un terrenito para sembrar o trabajar la tierra o construir ¿Para qué? Si el Gobierno inaugura todos los días listados clientelistas en donde se suma gente a la que le regalan casas y les otorgan favores sin el menor esfuerzo para conseguirlos.
No solo eso Don Cuervo, ahora tambien toman fondos de las cuentas de capitalización de los trabajadores para tapar el faltante en la caja estatal.
ResponderBorrarGobierno tras Gobierno fuimos testigos de los afanos y la corrupción ¿Hasta cuando? o ¿Cuánto más hay para robar?